Sintel, el Campamento de la Esperanza

Entre el 29 de enero y el 4 de agosto de 2001, 1.800 trabajadores de Sintel se echaron a la calle y decidieron acampar en pleno Paseo de la Castellana en Madrid. Sus esposas y las trabajadoras de Sintel estuvieron 81 días encerradas en la Catedral de la Almudena. Tras cinco años denunciando unas practicas empresariales que estaban llevando a su empresa a la quiebra, decidieron dejar de ser números en los expedientes de extinción de empleo y mostrar sus rostros, sus uniformes, su rabia y su dignidad desde un campamento que se convertió en un emblema de la lucha de los trabajadores.

En el Campamento de la Esperanza estuvieron más de seis meses en la arteria financiera de Madrid mostrando la otra cara de esa España que no va tan bien y dispuestos a «vivir» allí el tiempo que fuera necesario para lograr una solución para todos.

Los trabajadores de Sintel estaban en este momento en la vanguardia de la lucha de muchos trabajadores que, en todo el mundo, empiezaban a sufrir las consecuencias de una globalización económica diseñada para que la mano de obra sea una ficha más en una partida de monopoly en la que solo juegan los poderosos. Ellos y ellas han dijeron:
¡Basta!. Con nuestro pan no se juega.

Para esta exposición de fotografías, que tuvo lugar enter el 6 y el 27 de julio de 2001 en el salón de actos de la sede de CCOO de Madrid, escribieron textos José Saramago, Juan José Millas, Rosa Regas, José Luis Sampedro y José Antonio Labordeta. A la exposición inicial se la han añadido cinco fotografías correspondientes a la última asamblea de los trabajadores de Sintel antes de levantar el campamento, y al desmantelamineto del mismo en la mañana del sábado 4 de agosto de 2001. Fotografías de Fran Lorente

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Textos de la exposición:

Merecen nuestra solidaridad
José Saramago

Ahí están, acampados en el Paseo de la Castellana , enfrente del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Los días y las noches pasan para ellos, y las semanas, y los meses, la lluvia se precipita sobre las tiendas de plástico que no les defienden de las peores agresiones de la intemperie, el frío de la madrugada les despierta de sueños inquietos que no restituyen las energías de sus cuerpos exhaustos. Nada de esto ha podido vencer hasta ahora la férrea voluntad que anima a estos hombres. Vendrán los grandes calores de Madrid y, de ser necesario allí seguirán, a la espera de que la justicia y el respeto les pidan perdón, por haber tardado tanto y por haberles abandonado. Son los trabajadores de Sintel, víctimas de antihumana lógica capitalista que convierte las personas en material de deshecho.

A su vez, las mujeres y las hijas de estos hombres ya llevan más de diez días encerradas en la catedral de la Almudena , empeñadas en la misma lucha, tan firmes como sus maridos y sus padres. Esperan, también ellas, que el respeto y la justicia se manifiesten al fin, como única compensación aceptable en pago de las pruebas de dignidad individual y colectiva que día tras día, nos vienen dando.

Merecen nuestra solidaridad. Generosa. Total

Rosa Regás

Hay algo de incomprensible para todos nosotros, los que todavía contamos con los números y las palabras, en ese trasiego que se llevan las grandes empresas y que rimbombantemente llaman «ingeniería financiera». Más que incomprensible, tiene una dimensión de astucia y ¿por qué no? de trampa, tan sofisticada como se quiera, pero trampa al fin. Así lo vemos en tantísimas transacciones comerciales que se compran y venden y se vuelven a comprar y se unen a otras y cambian de nombre y de domicilio fiscal y se pasan los activos de una a otra hasta que al final, perdidos por el camino, nada queda de esos activos, más que el personal de la empresa, abandonado, perdido, injustificadamente desechado. Tal es el caso de los trabajadores de SINTEL que llevan meses reclamando lo que es suyo, lo que les pertenece, mientras las distintas empresas que les han dejado en la calle y sin sus sueldos que cobrar, se pasan las responsabilidades de unas a otras cuando no callan miserablemente.

Pero no se trata hoy de acusar de un posible delito del que tan poco sabemos a los responsables de esta situación, no se trata de saber quién es el verdadero culpable, quien ha hecho su negocio y se regodea hoy lejos del escenario que nos ocupa. Esto pertenece a otro orden de cosas, pertenece a la Judicatura y tal vez también para este caso llegue su hora. Lo que hoy exigimos por derecho es simplemente justicia. No es de recibo ni para Telefónica, ni para SINTEL, ni para los negociantes y financieros cubanos del empresario Mas Canosa que hayan cometido tales desafueros con el capital de las empresas que hoy nadie les pueda exigir lo que debería ser la prioridad de cualquier transacción comercial o financiera: el pago de sus sueldos a los trabajadores. Y no estaría de más que se considerara también una indemnización por el coraje de sus mujeres que como apoyo incondicional a la causa han de seguir adelante con la familia, los hijos y la casa, precisamente para que ellos, los que están en la lucha, tengan la seguridad de que al menos no ha de faltarles una complicidad que ha puesto en marcha la voluntad, la imaginación, el fervor y la paciencia necesarios para resistir y vencer. Es de justicia la lucha que han emprendido por sus derechos estos trabajadores que merecen el incondicional respeto de la población responsable. En consecuencia yo me sumo de todo corazón y con todo el coraje y la energía de que soy capaz a las reivindicaciones por las que ellos y sus mujeres llevan meses luchando y sufriendo.

José Antonio Labordeta
VIEJOS COMBATES, NUEVAS ESPERANZAS

Desde hace más de seis meses unas imágenes insólitas han permanecido «congeladas» en una de las arterias cruciales de la ciudad de Madrid y bajo las balconadas de ilustres burgueses que entre cabreados y doloridos –pero incapaces de mover un dedo ante tanta injusticia – han comprobado como la resistencia de la clase trabajadora es capaz de arriscar fríos, insolidaridades, esperanzas y lluvias, días agrios y emocionados momentos en los que muchos de nosotros nos hemos sentido SINTEL:

Porque si hay injusticias en esta tierra, una de las más graves es la de esta empresa. No se puede echar a la gente a la calle, al paro, al abandono de sus vidas y de sus futuros porque unos y otros jugaron con la maquinita del millón para llevárselo crudo a costa de la dignidad de los trabajadores.

Y esta dignidad se ha puesto a prueba: días y días soportando un intenso ritmo vital de sufrimiento y de rabia, de impotencia y desastre y ni una mala huella ha dejado la rabia en las paredes, en los edificios, en el mobiliario urbano. Estos hombres, que se han mostrado más radicales que muchos radicales, han levantado, por encima de todo, la ética y la honradez de las viejas clases trabajadoras. En ellos, con ellos sigue en pie la esperanza. Y en su lucha reivindicativa debemos estar todos aquellos que creemos en la raza humana como transmisora de libertad, solidaridad e igualdad.

¡¡Animo en el combate diario!!, que es el más duro!!

¡SOLUCIÓN YA!
José Luis Sampedro

En la Castellana madrileña se alzan torres del dinero y del poder: bancos y ministerios. Enfrente han acampado los expoliados de Sintel. También ellos son torres: de dignidad, de hombría, de firmeza.

Por esa Castellana van y vienen los excelentísimos en coches oficiales. Pasan ante la lección de civismo que les dan los serenos hombres de Sintel exigiendo, sin desmanes ni sabotajes, la justicia debida, pero desde sus coches desvían la mirada. No por vergüenza, pues no la tienen, sino por no ver un problema en carne viva que es su obligación resolver y que no resuelven.

Los hombres de Sintel, incólumes, reclaman su derecho: sus jornales y sus empleos. Pero no les responden ni los ejecutivos estafadores ni los excelentísimos que, en cambio, hacen ricos a sus amigos entregándoles empresas nacionales.

¿Hasta cuándo? Los excelentísimos esperaban, al principio, que el Campamento de Sintel no duraría. Pero la gente lo respalda cada vez más y el Campamento de la Esperanza resiste como la famosa Guardia Imperial que «muere pero no se rinde». Así es en verdad: ya han muerto varios. Pero siguen firmes.

¿Hasta cuándo? Hasta YA. Gritemos con los trabajadores de Sintel: ¡BASTA! Unidos contra el terrorismo, porque este es otro terrorismo: el de las torres del poder y del dinero abusando de todos nosotros. Por eso:

¡SOLUCIÓN YA!

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